Canarias, camino para las Indias
Las
Islas Canarias están vinculadas a América desde el mismo momento del
descubrimiento. En La Gomera hizo escala Colón durante su primer viaje, en las
islas permaneció alrededor de un mes reparando sus embarcaciones, haciendo agua
y aprovisionándose, antes de zarpar buscando el favor de los vientos alisios.
El descubrimiento del Nuevo Mundo fue posible desde Canarias, pero América
saldó si cabe esta deuda transformando a Canarias, hasta entonces extremo del
mundo conocido y poco más que una posesión periférica de la Corona de Castilla,
en una de las principales encrucijadas de la época. A partir de 1492 las Islas
Canarias cobraron una importancia estratégica de primer orden que sería
ambicionada por todas las potencias europeas rivales de Castilla, como puso de
manifiesto la serie ininterrumpida de ataques navales que sufrió el
archipiélago a lo largo de tres siglos.
Los
principales puertos de las islas fueron escala obligada en el viaje de ida,
aunque menos frecuentados en el de vuelta, que discurría por latitudes más
septentrionales. Sin embargo, en Canarias embarcaban tripulantes y pasajeros,
mercancías y suministros, variedades agrícolas y ganaderas que luego se
aclimataron en las tierras recién descubiertas. Al mismo tiempo, en el
archipiélago hacían escala los productos procedentes de las Indias, el oro y la
plata, materias tintóreas como el palo de Brasil o alimentos desconocidos en
Europa como el millo, las papas, el tomate y el pimiento, que revolucionaron
nuestra dieta y arraigaron en las islas constituyendo en la actualidad un
valioso patrimonio genético.
Después
de Colón numerosos viajeros y conquistadores hicieron escala en las islas,
incorporando a sus expediciones marineros, soldados y colonos originarios del
archipiélago. Durante muchos años las islas fueron asiento temporal de
individuos y familias procedentes de otros rincones de la corona española que
aguardaban la primera oportunidad para dar el salto a las Indias. En 1502 pasa
por Gran Canaria y La Gomera Juan de Ovando camino de La Española; en 1514 lo
hace Pedrarias Dávila en su viaje a Panamá, cincuenta isleños se incorporan a
la expedición; en 1515 hace escala en La Gomera Juan Díaz de Solís camino de
los Mares del Sur; cuatro años después Magallanes se refugia en el sur de
Tenerife huyendo de los portugueses durante el primer viaje que dio la vuelta
al mundo; otras expediciones fueron comandadas por Francisco Pizarro, Pedro de
Mendoza, Hernando de Soto, Cabeza de Vaca, etc. Entre los mismos conquistadores
no faltaron isleños, como Pedro Fernández de Lugo, segundo Adelantado de
Tenerife, que en 1535 obtuvo una capitulación para poblar la región de Santa
Marta en Colombia y aparejó siete buques en los que embarcó varios cientos de
colonos isleños.
Los canarios en América
Con
aquellas expediciones la aportación de Canarias al poblamiento de América no
había hecho más que empezar. A lo largo de los siglos siguientes la corriente
migratoria desde el archipiélago fue continua, experimentando altibajos en
razón a las coyunturas económicas vividas en las islas o los proyectos
colonizadores de la Corona. El aumento demográfico registrado en Canarias y la
relativa facilidad con que podía viajarse a las Indias son otras de las razones
que explican el mantenimiento de la emigración a América. A lo largo de los siglos
XVII y XVIII la emigración de isleños, como eran conocidos los colonos canarios
en América, contribuyó a aliviar el excedente de población en las islas, al
tiempo que satisfacía las demandas de emigrantes expresadas por los
gobernadores de Puerto Rico, Florida, Cumaná, La Habana, etc. En contrapartida
a los permisos concedidos a las islas para comerciar con algunos puertos
americanos, la Corona estableció en 1678 el llamado "derecho de
familias", calificado por algunos como "tributo de sangre",
según el cual las islas estaban obligadas a embarcar cinco familias por cada
cien toneladas de mercancías exportadas hacia América. La emigración isleña se
ha dirigido tradicionalmente hacia Cuba, Venezuela y otras zonas del Caribe
como Santo Domingo y Puerto Rico. El Río de la Plata y particularmente Uruguay
fue otro importante destino, finalmente algunos países centroamericanos, así
como ciertas regiones meridionales de los actuales Estados Unidos recibieron
también destacados contingentes de emigrantes isleños.
En algunos
de estos países los canarios fundaron importantes localidades. En 1693
veinticuatro familias canarias fundaron Matanzas en Cuba. Es el caso de
Montevideo, fundada en 1726-29 por ochenta familias canarias procedentes de
todas las islas, cuya misión consistía en poblar y defender aquellos
territorios de la incursión de los portugueses, asentados en el vecino Brasil. Así
ocurrió también con San Antonio de Texas, establecida en 1731 por varias familias
canarias para poblar una región que, salvo algunas misiones y las tropas de
guarnición, apenas contaba con colonos procedentes de la metrópoli. De nuevo en
el periodo 1778-82 el rey Carlos III envió a numerosas familias de las islas a
poblar el territorio de la Louissiana en
los actuales Estados Unidos, con el objetivo de evitar que los ingleses
accedieran al Golfo de México y amenazaran una de las principales zonas del
Imperio español en América. De las localidades fundadas entonces por los
canarios en el curso bajo del río Mississipi, la más importante es San
Bernardo, situada actualmente en las proximidades de New Orleans. Otras
poblaciones isleñas fueron fundadas en Yucatán, Puerto Rico, Santo Domingo,
Costa de los Mosquitos, etc.
La huella
dejada por algunas personalidades isleñas en América ha sido muy destacada. En el siglo XVI destaca la figura del lagunero
José de Anchieta (1533-1597), jesuita formado en Portugal que se trasladó a
Brasil, donde desplegó una intensa labor misionera. Allí se distinguió por la
defensa de los indígenas dando ejemplo de pobreza. Fundó la ciudad de Sao Paulo
y es conocido como el Apóstol de Brasil. Otra personalidad sobresaliente es la
del hermano Pedro de Betancur (1626-1667), que desarrolló una notable labor en
Guatemala en defensa de los más pobres y los indios. La iglesia ha exaltado su
figura nombrándolo santo. En Chile desarrolló una actividad similar el majorero
Andrés García Acosta (1800-1853). A comienzos del siglo XIX numerosos isleños
desempeñaron un destacado papel en las guerras de Independencia. Algunos incluso
se anticiparon, como Juan Francisco de León en 1749 dirigiendo una rebelión
contra la Compañía Guipuzcoana de Caracas. En 1811 el venezolano hijo de
canarios Francisco de Miranda (1750-1816) lideró el primer intento de
independencia de su país. Miranda fue una de las grandes figuras americanas de
su tiempo: luchó en la guerra de independencia de los Estados Unidos, fue
mariscal de campo del ejército francés, viajó por toda Europa, colaboró con
Bolivar, etc. José Antonio Páez y José María Vargas, primeros presidentes de
Venezuela, también fueron de origen isleño. A su vez, el bando fiel a la Corona
fue dirigido por generales nacidos en el archipiélago, como Domingo Monteverde
y Francisco Tomás Morales. En el Río de la Plata los independentistas contaron
con la figura del tinerfeño de origen irlandés Domingo Cullén. Entre los partidarios
de la independencia de Cuba llegaron a figurar seis generales canarios. José
Martí, padre de la independencia cubana, era asimismo hijo de canaria. Otros
dirigentes de la historia reciente de Venezuela, como Rómulo Betancourt y
Rafael Caldera, eran igualmente de ascendencia canaria.
La emigración contemporánea
A lo
largo del siglo XIX las crisis económicas del archipiélago, así como los
conflictos registrados en los habituales destinos de la emigración canaria
condicionaron los flujos migratorios. Durante la primera mitad del siglo, el
desplome de las exportaciones vinícolas produjo un incremento notable de las
salidas hacia Cuba y Venezuela, aunque la guerra de Independencia venezolana
(1810-1824) contuvo temporalmente la emigración hacia aquel país. A partir de
1875 la crisis de la cochinilla generó una nueva oleada migratoria, en este
caso hacia Venezuela y Uruguay principalmente ya que Cuba sufría la llamada
Guerra de los Diez Años (1868-1878). Tras la recuperación económica registrada
en las islas a partir de 1890 con la introducción de los nuevos cultivos
centrales (plátanos, tomates y papas), la emigración tendió a reducirse, aunque
Cuba siguió siendo un destino privilegiado hasta 1920 debido al intenso
crecimiento económico vivido en la isla.
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