CANARIAS EN EL SIGLO XVIII

SOCIEDAD

El primer tercio del siglo XVIII es un periodo crítico por la larga serie de calamidades naturales que se registran en las islas: malas cosechas, langosta, erupciones, aluviones, epidemias, hambrunas, etc. Entre 1704 y 1706 se registran cuatro erupciones en Tenerife, entre ellas la de Garachico, que destruyó el puerto y la prosperidad de aquella localidad. En 1712 otra en La Palma, y entre 1730 y 1736 la larga serie de erupciones de Timanfaya en Lanzarote, que arrasó un tercio de la isla. El principal azote de los cultivos, sin embargo, lo constituyen las plagas de langosta. Como consecuencia de lo anterior y de las prolongadas sequías se desencadenan hambrunas que afectan en general a todo el archipiélago, pero muy especialmente a las islas de Lanzarote y Fuerteventura. El hambre catastrófico de 1721 produjo una mortandad superior a las 7.000 personas sólo en Gran Canaria. Por fin,  el archipiélago sufrió el azote frecuente de las epidemias: peste en 1691-92, fiebre amarilla en 1703 y 1706, nuevas epidemias en 1741 y 1769, viruela en 1780 y 1799, etc. Aún así la población pasó de 105.375 habitantes en 1688 a 192.189 en 1802. La elevada tasa de natalidad (superior al 40 º/oo) explica dicho aumento demográfico.

La sociedad permaneció dividida en dos grandes bloques. El grupo dominante estaba formado por grandes propietarios ennoblecidos que residían en Las Palmas, La Orotava, La Laguna y otras localidades, así como por la burguesía comercial establecida en los principales puertos como Santa Cruz de Tenerife, el Puerto de la Cruz, etc., en su mayoría de origen extranjero (Valois, Cologan, Power o La Hanty). En cambio, la inmensa mayoría de la población constituía los grupos sociales dependientes: campesinos, artesanos, pequeños propietarios, etc. Para poder subsistir era habitual el desempeño de varios oficios a lo largo del año, pudiendo combinarse la vendimia en Tenerife, con la siega en Fuerteventura, las actividades artesanales, etc. Las jornadas de trabajo eran muy largas y los salarios generalmente escasos. La emigración a América constituía una de las pocas alternativas que restaba a buena parte de la población, especialmente a los jóvenes.

El siglo XVIII ofrece en Canarias un panorama teñido de crisis y conflictos de diversa naturaleza. El aumento de los impuestos y la ocupación de tierras por los grandes propietarios endurecieron las condiciones de vida. La tensión social se manifestó en múltiples conflictos que afectaron a la práctica totalidad del archipiélago. Entre ellos cabe citar el motín de La Laguna (1710), Lanzarote (1714), La Orotava , Agüimes y  El Hierro (1718), el motín y asesinato del Intendente Cevallos en Santa Cruz de Tenerife (1720), disturbios con motivo de la moneda falsa en Santa Cruz de Tenerife (1734), motín en Fuerteventura (1736), motines en La Gomera (1743  y 1762), motín en la Aldea de San Nicolás de Tolentino (Gran Canaria) (1777), Las Palmas (1797), Arucas (1800),  etc.


ECONOMÍA

Resulta ostensible la decadencia en la exportación de los vinos de malvasía, que tanta prosperidad habían dado a islas como Tenerife y La Palma, debido a la pérdida de los mercados europeos y a la pésima situación del comercio con Indias. La competencia de los vinos de Madeira, Oporto y Jerez, así como el proteccionismo de Gran Bretaña provocaron el desplazamiento de los vinos canarios en el mercado inglés. Asimismo, se incrementó la inseguridad debido a la conflictiva situación internacional (Guerra de Sucesión española entre 1700 y 14, guerras napoleónicas, etc.), resultando habitual la presencia de corsarios en aguas de Canarias. Sin embargo, a partir de 1796 las exportaciones de vinos a Inglaterra experimentaron una breve recuperación durante el bloqueo de los puertos europeos impuesto por Napoleón a los buques británicos.

Al mismo tiempo que las exportaciones vinícolas sufrían un franco declive se registró una expansión de la agricultura de autoconsumo (cereales, papas, legumbres, ganadería etc.) en las zonas de medianías, especialmente en la isla de  Gran Canaria, donde el cultivo de la vid había alcanzado menor desarrollo. Por fin, viejos productos de recolección como la barrilla y la orchilla, muy abundantes en Lanzarote y Fuerventura, reaparecieron como renglones comerciales y aliviaron la situación de muchas familias.
           

LA ILUSTRACIÓN

El siglo XVIII fue un periodo de esplendor cultural desconocido hasta la fecha en el archipiélago. Las intensas relaciones comerciales mantenidas con los países del norte de Europa y la nutrida colonia de comerciantes extranjeros que desarrollaban su actividad en los principales puertos del archipiélago son las causas que favorecieron el arraigo de la Ilustración en las islas. Las tertulias integradas por miembros de la nobleza local, eclesiásticos y otras personalidades locales fueron los principales centros de difusión de las ideas ilustradas en el archipiélago. En La Laguna fue célebre la Tertulia de Nava, reunida en torno a Tomás de Nava y Grimón, marqués de Villanueva del Prado, en la que participaron José de Viera y Clavijo, Fernando de la Guerra y el marqués de San Andrés.

Los ilustrados promovieron también la creación de las Reales Sociedades Económicas de Amigos del País, la introducción de nuevos cultivos, la aparición de los primeros periódicos, como el Papel Hebdomadario o El Personero, etc, la introducción de la imprenta en 1751, la fundación del Seminario Conciliar en Las Palmas en 1777 la creación del Jardín Botánico de La Orotava en 1791 o la Universidad de La Laguna en 1792.

Madrid y la corte fueron el escenario donde brillaron la mayor parte de los ilustrados canarios. Hubo personajes muy influyentes en la administración como Antonio Porlier y Sopranis, ministro de Gracia y Justicia, o Bernardo de Iriarte, miembro del Consejo de Estado. Domingo de Iriarte fue embajador de España en París Otros personajes relevantes fueron  Agustin de Bethencourt, ingeniero general de puertos y caminos que en 1807 pasaría al servicio de los zares, José Clavijo y Fajardo, natural de Teguise y autor de una interesante obra científica y teatral, Tomás de Iriarte, célebre escritor y fabulista (El Burro Flautista, Los dos conejos, El pato y la serpiente…), etc.

José Viera y Clavijo (1731-1813). Sacerdote nacido en Los Realejos Fue arcediano de Fuerteventura y canónigo de Las Palmas. Su obra es muy diversa: literatura, historia, botánica, etc. Destacan Noticias sobre la historia general de las Islas Canarias, publicada entre 1772 y 1783, y el Diccionario de Historia Natural de las Islas Canarias. Fue el principal animador de la Tertulia de Nava.

Diego Nicolás Eduardo (1733-1798). Natural de La Laguna, introdujo la arquitectura neoclásica en Canarias. Estudio en La Laguna y en la Península y, a su vuelta, a las islas fue racionero de la catedral de Canarias. Entre sus trabajos destacan la iglesia de Santiago de los Caballeros de Gáldar, la fachada de la catedral de Las Palmas y una parte de la Concepción de La Laguna.

Alonso de Nava y Grimón (1756-1832) Marqués de Villanueva del Prado. Natural de La Laguna y uno de los principales hacendados del archipiélago.


Manuel Verdugo y Albiturría (1749-1816) Natural de Las Palmas y primer canario que ostentó el obispado de Canarias. Obispo ilustrado opuesto al Santo Oficio.

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