Sociedad
La
colonización es el periodo de la historia de Canarias que sucede a la conquista
y durante el cual la cultura europea se introduce en el archipiélago en
sustitución de las culturas aborígenes, cuya población se vio muy reducida
debido a las bajas derivadas de los enfrentamientos militares, las enfermedades
y la esclavitud. Este proceso dura varias décadas en cada una de las islas,
dando lugar a una nueva sociedad caracterizada por la diversidad de los
elementos que la constituyen, más complejos en las islas de realengo, donde se
observan ámbitos urbanos claramente cosmopolitas, y menos complejos en las de
señorío. A la altura de 1530 el proceso fundacional de la nueva sociedad en las
islas de realengo puede darse por concluido, iniciándose un periodo de
consolidación que estaría sujeto a los múltiples factores característicos de
las sociedades surgidas durante la Edad Moderna. Vista con la perspectiva que
brindan quinientos años de historia, la importancia de la colonización está
fuera de toda duda, pues entonces se produce el nacimiento de la actual
sociedad canaria.
Concluida
la conquista, la ocupación del territorio se plasma en primer lugar mediante el
repartimiento de tierras y aguas entre los conquistadores, colonos, banqueros y
comerciantes que han financiado la conquista, la Iglesia, los recién creados Cabildos,
etc., así como entre un reducido número de aborígenes que han colaborado con
los conquistadores. Las datas de tierra atrajeron pobladores andaluces, castellanos,
gallegos, portugueses y de otras regiones a las islas de realengo, lo que
permitió una lenta recuperación demográfica tras el desplome poblacional
sufrido durante la conquista. Los grandes propietarios, a los que sumaron muy
pronto los grandes comerciantes, casi siempre de origen extranjero (genoveses
como los Ponte o Riberol y flamencos como los Vandama o Vandevalle),
constituyeron la cima de la estructura social. A continuación se encontraba el
grueso de la población, constituida por propietarios rurales de muy variado
tamaño, arrendatarios, artesanos, sirvientes, jornaleros, etc. y finalmente los
mendigos y esclavos, estos últimos de origen africano (negros y berberiscos),
empleados en el servicio doméstico y en las labores agrícolas.
El
atractivo ejercido por la puesta en explotación de las islas, así como la
propia ubicación del archipiélago en la ruta hacia América, favoreció la
aparición de una sociedad cosmopolita en las principales localidades portuarias
(Garachico, Las Palmas, Santa Cruz de La Palma) y en algunas ciudades como La
Laguna. Los propios cabildos promovieron una política de concentración
poblacional, incluidos los aborígenes, que favoreció el crecimiento incipiente
de las capitales insulares. Esta diversidad demográfica, la variedad de usos y
costumbres, las múltiples aportaciones lingüísticas o la temprana influencia
americana configuraron desde su nacimiento la identidad de la nueva sociedad
establecida en el archipiélago.
A su
vez, las islas de señorío, de recursos más limitados, sufrieron los abusos de
los señores y además, en el caso de las orientales, los frecuentes ataques
berberiscos, por lo que registraron un acusado despoblamiento. Las capitales
insulares (Teguise, Betancuria y San Sebastián) serían las principales localidades.
Las protestas y motines contra los señores no tardan en surgir, como el
promovido por los vecinos de Lanzarote en 1477 reclamando el traspaso de la
isla a la jurisdicción real. Hacia 1585 la población de las islas de señorío rondaba
los mil habitantes cada una, algo menor en Lanzarote a pesar de la repoblación
con moriscos capturados en la costa africana, y superior en Fuerteventura. La
Palma contaba con 5.580 habitantes, Gran Canaria con 8.545 y Tenerife, la más
poblada, con 20.350.
Las actividades económicas
La
colonización supuso la puesta en explotación del territorio insular mediante la
introducción de las prácticas, técnicas y productos conocidos en la metrópoli.
A las islas llegaron primero las especies agrícolas y ganaderas propias del ámbito
peninsular y mediterráneo como las hortalizas, frutales, leguminosas, nuevos
cereales y especies ganaderas como el vacuno, el equino, gallinas, conejos,
etc. Después arribarían las especies americanas como el tomate, la papa o el
millo. Todos ellos constituirían el sector productivo destinado al
abastecimiento interior, el más importante de las islas por la superficie
cultivada (en buena parte terrenos de secano ubicados en las medianías), la
población activa, etc. La puesta en explotación de las islas produjo una honda
transformación del paisaje isleño: deforestación, nivelación de terrenos,
aprovechamientos hidráulicos, apertura de vías de comunicación, urbanización,
etc.
Singular
fortuna tuvo la introducción de la caña de azúcar en Gran Canaria. Traída por
Pedro de Vera desde Madeira, se extendió por las zonas costeras de las islas
centrales y La Palma, convirtiéndose pronto en el principal cultivo de
exportación. Exigente en riego, ocupó las mejores parcelas costeras, cuya
roturación requirió fuertes inversiones de capital. Desde las zonas de cultivo,
la caña era transportada hasta los ingenios donde era molida y transformada en
azúcares de diferente calidad bajo la supervisión de técnicos frecuentemente
portugueses. El primer ingenio fue instalado en el Barranco de Guiniguada (Las
Palmas) aprovechando el curso de agua, pero desde allí se multiplicaron por la
geografía insular. Se calcula que en 1534 había en Gran Canaria veinte ingenios
en funcionamiento. De su antigua huella da testimonio el actual municipio de Ingenio,
en el sur de la isla. Embarcada en los puertos y caletas isleños por
comerciantes generalmente extranjeros, el azúcar era enviado a Flandes
(Amberes), Italia (Génova), Holanda, Inglaterra, alcanzando el archipiélago el
sobrenombre de Islas del Azúcar. Con el cultivo de la caña, Canarias se
incorporó a los circuitos económicos internacionales, más concretamente
norte-europeos, en los que ha permanecido integrada, en mayor o menor medida,
hasta la actualidad. Comprobada su viabilidad en el archipiélago, muy pronto la
caña de azúcar sería llevada a América, confirmando así que Canarias y los
otros archipiélagos atlánticos constituyeron los primeros escenarios
geográficos donde habría de ensayarse el programa colonizador que después se
aplicaría en América. Con el tiempo, la competencia antillana y brasileña
provocó el declive del azúcar canario, que a partir de 1550 comienza a ser
desplazada en los campos isleños por el cultivo de la vid.
Las instituciones de gobierno
La
primera medida adoptada por los conquistadores después someter cada una de las
islas consistía en la fundación del cabildo o ayuntamiento a semejanza de
Castilla con jurisdicción sobre todo el territorio insular. De esta manera se
establecía un organismo de carácter político y administrativo que representaba
a la isla y asumía las competencias necesarias para gestionar el proceso
colonizador de acuerdo a los usos y leyes vigentes en Castilla. En un
principio, las funciones desempeñadas por los cabildos eran muy extensas: obras
públicas, abastecimiento, sanidad, defensa de la isla, hacienda, justicia,
etc., contando para ello con recursos derivados de la explotación de los
montes, salinas, rentas urbanas, impuestos sobre pastos, colmenares, etc. En
las islas de señorío los cabildos serían simples instrumentos en manos de los
señores, mientras en las de realengo estaban controlados por una elite de
grandes propietarios y comerciantes, cuyos miembros ocupaban los cargos de
regidores y funcionarios de más alto rango. Los gobernadores, uno para Gran
Canaria y otro para Tenerife y La Palma, eran nombrados por el monarca,
presidían las sesiones del cabildo y estaban investidos de una gran autoridad.
Para
unificar la administración del archipiélago se creó en 1526 la Real Audiencia con
sede en Las Palmas. Con el propósito de mejorar la defensa de las islas ante
los frecuentes ataques piráticos Felipe II creó en 1589 la Capitanía General,
posteriormente suprimida ante las protestas de los cabildos y restablecida
definitivamente a comienzos del siglo XVII.
La Iglesia era
otra de las grandes instituciones vertebradoras de la nueva sociedad. Su poder
económico e influencia social eran extraordinarios: parroquias y conventos
poseían grandes extensiones de tierra, percibían el diezmo y ejercían
competencias exclusivas en materia educativa y de beneficencia. Por fin,
mediante el Tribunal de la Inquisición, establecido en 1504 en Las Palmas, sede
asimismo del Obispado de Canarias, la Iglesia desempeñó un estricto control
sobre la actividad de conversos y herejes (comerciantes extranjeros, moriscos,
etc.), la brujería, superstición, bigamia, etc.
Educación y cultura
El
acceso a la instrucción y primeras letras era algo privativo de la carrera
eclesiástica y de muy pocas familias propietarias y comerciantes. Los llamados
“maestros de enseñar mozos” eran contratados por los cabildos y algunas
familias para cubrir este nivel educativo. La enseñanza media y superior corría
a cargo de órdenes religiosas como dominicos y agustinos.
Junto
a las manifestaciones de la cultura popular (arquitectura tradicional,
folklore, artesanía, etc.) arraigarán pronto en el archipiélago los lenguajes
artísticos adoptados por las elites europeas. El gótico y el mudéjar están
presentes en numerosas edificaciones de las islas de señorío desde el siglo XV,
pasando luego al resto del archipiélago (Catedral de Santa Ana, Casa
Gadea-Mansel). Desde el norte de Europa arribarán a las islas numerosas piezas
artísticas (imágenes, retablos, trípticos, etc.) de factura gótico-flamenca,
como el retablo de San Juan de Telde o la Adoración de los Reyes de Taganana.
Otras, como el Cristo de La Laguna, son de inspiración andaluza. El
renacimiento se mostrará en edificios civiles como el Ayuntamiento de Santa
Cruz de La Palma o en viviendas como el Palacio de Lercaro en La Laguna. De
estas fechas data el origen de los principales conjuntos monumentales del
archipiélago: Santa Cruz de La Palma, Vegueta en Las Palmas y La Laguna. El
autor literario más importante del siglo XVI fue el poeta Bartolomé Cairasco (1538-1610); con
posterioridad surge la figura del también poeta Antonio de Viana (1578-¿)
ola
ResponderEliminargrasias
ResponderEliminargraciassss
ResponderEliminar